Autoengaño
¿POR QUÉ NOS ENGAÑAMOS?
“El auto-engaño habita en nuestra mente e interfiere de forma constante en nuestra vida personal y social.” Robert Trivers.
¿Por qué surge el Autoengaño? ¿Para qué necesitamos mentirnos a nosotros mismos y mentirle a los demás? ¿El engaño hace parte de nuestra naturaleza? ¿Es posible identificar el engaño, antes que nos cause un profundo daño? ¿Podemos evitar engañarnos a nosotros mismos?
“El cerebro no busca la verdad sino sobrevivir.” Hace poco me encontré con esta afirmación en una entrevista que le hace el divulgador científico Eduardo Punset a la Psicóloga inglesa Cordelia Fine.[1] Y al continuar ahondando un poco más en el tema, me encontré con otra contundente afirmación del investigador Robert Trivers, conocido por sus estudios sobre el Autoengaño: “El Autoengaño es un mecanismo que ha evolucionado para facilitar el Engaño Interpersonal e impedir su descubrimiento.”[2]
¡Increíble pero cierto! los seres humanos tenemos una alta capacidad para mentirnos a nosotros mismos. Podemos jugar a la vez el rol de engañador y engañado. Todo indica que el engaño es inherente a la Naturaleza Humana y tal como afirma Trivers: “Cuanto mejor nos engañamos a nosotros mismos, mejor engañamos a los demás.”
Esta es la razón principal por la cual el mecanismo del Autoengaño evolucionó; si el humano se cree sus propias mentiras, al momento de expresarlas será muy convincente y a su interlocutor le será muy difícil o imposible detectar el engaño. Además no se paga el coste de experimentar lo que se conoce como disonancia cognitiva, esto es, sentir y pensar que nuestras creencias con respecto a algo determinado, no se corresponden con la realidad.
“En la medida que la gente se puede convencer a sí misma, que un engaño es verdad o que sus motivos son irreprochables, puede engañar mejor a los demás porque ya no emite las señales de engaño consciente que podría revelar su intención engañosa, tales como: nerviosismo, sudoración, discurso contradictorio, inseguridad y demás. Por no tener que esforzarse para mantener la realidad y la ficción en la mente al mismo tiempo; fácilmente ocultan la primera y hacen que la segunda sea compatible con sus intereses. Al creer plenamente en la ficción que están promulgando, pueden liberar su mente para concentrarse en otros asuntos.”[3]
Cordelia Fine, afirma que nuestro cerebro nos enseña un mundo ampliamente coloreado por la vanidad. Y Robert Trivers advierte que la cantidad de maneras en que somos capaces de engañarnos a nosotros mismos y a los demás es abracadabrante, y afecta a casi todos los órdenes de la vida.
“El engaño es una actividad profundamente arraigada a la vida, que ha sido seleccionada a lo largo de la evolución. Su presencia no queda acotada únicamente al ser humano. Si miramos a nuestro alrededor, en la naturaleza encontramos numerosos ejemplos de seres vivos que emplean las técnicas del engaño, con el único fin de sobrevivir y perpetuar sus genes. Los virus y las bacterias, sin ir más lejos, camuflan sus efectos mediante el uso de proteínas que mimetizan componentes del organismo huésped hasta el punto de burlar un sistema inmunológico preparado para atacar a agentes extraños. Los depredadores e incluso las presas de los depredadores también acuden al engaño con tal de pasar desapercibidos.”[4]
De acuerdo con las investigaciones de Trivers y Von Hippel, el Autoengaño se puede presentar de diversas formas, por ejemplo: mediante búsquedas sesgadas de información, procesos sesgados de interpretación y procesos sesgados de memoria.
En términos prácticos y sencillos, lo anterior quiere decir que como los humanos tenemos una capacidad enorme para crear sistemas de creencias sesgados; podemos manipular la información sobre nosotros mismos y sobre nuestro entorno, para construir una falsa imagen. Podemos interpretar la realidad acorde a nuestra conveniencia. Podemos recordar los hechos de forma selectiva.
Como bien sostiene Trivers: “Todas estas modalidades se aprovechan de una característica marcadamente humana: a las personas nos gustan las buenas noticias sobre nosotros mismos, las noticias que favorecen nuestros objetivos y motivaciones en la vida, mientras que tendemos a negar y ofuscar las noticias que nos resultan más incómodas.”
“Hay muchas maneras de engañar a la gente. Una obvia opción es contar una mentira, pero también es posible engañar a los demás, evitando la verdad, ofuscando la verdad, exagerando la verdad o poniendo en duda la verdad. Estos procesos son útiles al engañar a otros, pero también son útiles para engañar al yo. Por ejemplo, si te puedo engañar evitando una crítica, entonces es lógico pensar que puedo engañarme a mí mismo de la misma manera.”[5]
Ahora bien, el engaño es inherente a la Naturaleza Humana. Pero esto no quiere decir que sea inevitable y que no cause daño. < La verdad duele > dice la sabiduría popular; esta frase deja en evidencia de forma sintética una de las causas por las cuales el humano es tan propenso a caer en estados de Autoengaño profundos. <Pero la mentira mata> dice la otra parte de la frase, dejando en evidencia lo perverso que resulta el engaño.
“El auto-engaño es una práctica común y peligrosa porque nos aleja de la realidad hacia un decorado identificado por nuestra mente como real. Y el precio que pagamos por vivir en la mentira es muy alto. Las guerras salpicadas de auto-engaño, son la peor consecuencia derivada de esta práctica tan habitual.”[6]
Cuando la práctica de mentirse a sí mismo y mentirle a los demás se vuelve recurrente y empieza a ser parte del estilo de interacción consigo mismo y con los demás, necesariamente se terminará afectando la construcción de sólidos y sanos vínculos; por ende, el mentiroso generalmente termina solo o acompañado de vínculos que no son fuente de bienestar.
Dice Trivers que el costo del Autoengaño es la aprehensión distorsionada de la realidad, especialmente de la realidad social, y el mantenimiento de un sistema mental ineficiente y fragmentado.
“El estudio del engaño ha dado lugar a una serie de premisas obvias y universales. Por ejemplo, ante una misma comunidad, el mentiroso habitual está destinado al fracaso. Y es que si el mentiroso actúa de forma repetida, las potenciales víctimas de engaño pueden llegar a identificar la mentira y desarrollar respuestas contra ella, convirtiéndose el mentiroso en víctima de su propio engaño.”[7]
Pero bueno, concretamente ¿Por qué surge el Autoengaño? ¿Para qué necesitamos mentirnos a nosotros mismos y mentirle a los demás?
“En un mundo complejo formado por mentirosos y mentidos, los mecanismos para identificar y provocar el engaño co-evolucionan a la vez, y al mismo tiempo, la complejidad y eficiencia de ambas estrategias. Y es aquí donde aparece el Autoengaño.”[8]
“Vanidoso y ególatra, nuestro cerebro trata de convencerse siempre de la opción más cómoda, de la que concuerda mejor con su propia realidad. Por eso memoria e inconsciente se encargan de ajustar lo que no encaja, de cambiar lo que no gusta, de eliminar lo que duele y de ensalzar lo que agrada.
De esos mismos mecanismos surge en los humanos la habilidad para caer fácilmente en estereotipos y prejuicios que, llevados al extremo, pueden conducir a tensiones y conflictos.”[9]
Por perverso que parezca ante los ojos de la moral; lo cierto es que el humano miente y se miente, para aparentar más de lo que es, para evadir una realidad que le causa un profundo dolor, para justificar sus fracasos, para manipular y obtener beneficios, para ganarse la confianza de los demás, para no enfrentarse a lo que realmente es, para camuflar ante los demás su verdadera intención, etc, etc, etc…
“Presentarnos como más inteligentes, más fuertes, y más seguros de lo que somos realmente funciona como una estrategia socialmente favorable. Entre otras cosas, le creemos más a las personas seguras de sí mismas y nos enamoramos más de ellas. Se sabe también que una persona media tiende a creer que es mejor que la media.”[10]
“El Autoengaño actúa al servicio de la promoción social, facilitando el engaño en un sentido más general, ya que puede ayudar a convencer a los demás que somos mejor (por ejemplo, que tenemos más ética, que somos más fuertes, más inteligentes) de lo que realmente somos. Esto devenga ventajas sociales, porque al creernos algo que no somos, al engañarnos con respecto a nuestras cualidades positivas y negativas, transmitimos seguridad y confianza en nosotros mismos mayor de la que realmente sentimos; la gente normalmente se deja impresionar por esta actitud. Y esto le permite a quien engaña mejoría social y material.»
«La confianza que alguien proyecte juega un papel fundamental, determina el tipo de personas que la gente elige como líderes. Es más probable que los consejos de este tipo de personas que creen sus propias historias de auto-mejora, sean seguidos por personas que carecen de confianza en sí mismas.”[11]
Bien se puede afirmar, adicional a lo anterior, que hay otras razones causantes del Autoengaño, tales como:
La falta de Fortaleza Afectiva para enfrentarnos a realidades dolorosas, nos lleva a negar la realidad y a ver únicamente lo que queremos ver.
La falta de determinación para tomar decisiones dolorosas, nos hace justificar nuestras actuaciones e incluso las actuaciones de personas que a veces nos causan daño.
Un ego inflado conlleva a querer aparentar algo que no se es, y a través del Autoengaño puede ocultarle a los demás sus verdaderas intenciones.
Carecer de habilidad para conocernos a nosotros mismos y para conocer a los demás, nos hace vulnerables al Autoengaño y al engaño de los demás.
Sentir que no se tiene control sobre la propia vida, también se constituye en una razón que propicia el Autoengaño. “Cuánto menos sienten las personas que pueden controlar sus vidas, más proclives resultan a percibir patrones ilusorios en configuraciones dadas al azar y a apoyar teorías conspirativas” (Whitson y Galinsky, 2008)
Para terminar sería bueno que nuestra mente y consciencia se quedaran con algunas conclusiones sobre el tema:
Parece ser que en términos generales, los humanos somos bastante ineptos para detectar las mentiras, tanto así, que muchas veces no logramos identificar siquiera nuestras propias mentiras. Sin embargo hay investigaciones que evidencian, que quien tiene mayor capacidad para detectar las mentiras en los demás, es menos propenso a caer en el Autoengaño.[12]
Si nos permitimos enfrentarnos a nosotros mismos de forma consciente y sistemática, con la intención y voluntad de conocernos; podremos identificar nuestras creencias, afectos, prácticas, motivaciones, intenciones y demás. Esto nos puede ayudar a reducir el riesgo de Autoengañarnos.
Si nos permitimos observar a los demás sin prejuicios, mientras los leemos afectivamente de forma sistemática, es decir, mientras identificamos conscientemente sus creencias, afectos, prácticas, motivaciones, intenciones y demás. Podremos conocerlos un poco y así, reducir el riesgo de ser engañados por los demás.
Si le enseñamos a nuestros hijos desde la más tierna infancia a conocerse a sí mismos, a conocer a los demás y a tomar consciencia de lo nefasto que resulta engañar a los demás. Es muy probable que crezcan siendo seres humanos incapaces de manipular y hacerle daño intencional al otro.
Mantenernos conscientes de nuestra naturaleza propensa al engaño, nos permite estar atentos y evitar engañarnos a nosotros mismos, o en su defecto, evitar que los demás nos engañen por prolongados periodos de tiempo.
Aunque vivimos en un mundo bombardeado permanentemente por estereotipos, que pretenden imponer modos de sentir, pensar y actuar superfluos, basados en el tener; donde se cree que el grado de felicidad que alcances, es directamente proporcional a la cantidad de dinero que tengas para consumir sin parar; donde las personas que aparentan ser “exitosas” son las que más confianza inspiran; donde te venden sueños usados y te roban tus sueños planeados; donde se cree que primero hay que tener para poder ser; donde se cree que primero hay que tener para compartir; donde el ego más inflado sobresale porque pasa por encima de los demás…
Aunque vivimos en un mundo así, siempre tendremos la posibilidad de actuar con criterio; de ver lo que hay más allá de las apariencias para descubrir la esencia; de vivir y sentir la vida sin sesgos egoístas que hagan daño a los demás; de actuar por convicción y de corazón; de descubrir el lado transparente de la vida, de aportarle genuinamente al avance social; de esforzarnos por Evolucionar Afectivamente; de propiciar la Evolución Afectiva de nuestros hijos; de construir para nuestros hijos un mundo de posibilidades; de vivir intensamente degustando cada instante con pleno equilibrio; de vivir una Vida con Pleno Sentido libre de engaños.
[1]Entrevista de Eduardo Punset a la Psicóloga Cordelia Fine. http://www.redesparalaciencia.com/4154/redes/redes-78-el-cerebro-no-busca-la-verdad-sino-sobrevivir.
[2] EL AUTOENGAÑO, ¿UNA ADAPTACIÓN EVOLUTIVA? Conferencia de Robert L.Trivers 3 de Mayo de 2007.
[3] Von Hippel W, & Trivers Robert. (2011) The evolution and psychology of self-deception. The Behavioral and brain sciences.
[4] EL AUTOENGAÑO, ¿UNA ADAPTACIÓN EVOLUTIVA? Op.cit.
[5] Von Hippel W, & Trivers Robert. Op.cit.
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] EL AUTOENGAÑO, ¿UNA ADAPTACIÓN EVOLUTIVA? Op.cit.
[9] Entrevista de Eduardo Punset a la Psicóloga Cordelia Fine. Op. cit.
[10] Von Hippel W, & Trivers Robert. Op.cit.
[11] Ibid.
[12] Von Hippel W, & Trivers Robert. Op.cit.
SE NECESITA EQUILIBRIO
Se necesita equilibrio para no sucumbir ante las adversidades y desafíos que plantea el estar vivo.
Se necesita equilibrio para estar vivo manteniendo una actitud realista y optimista frente a cualquiera que sea la realidad.
Se necesita equilibrio para interpretar la realidad sin caer en el Autoengaño, y así, tener la posibilidad de transformar esa realidad, cuando no es fuente de bienestar.
Se necesita equilibrio para obtener bienestar, mediante el cultivo de vínculos sanos, afectos sanos, conocimientos sanos, creencias sanas y prácticas sanas.
Se necesita equilibrio para aceptar que nuestra existencia está expuesta a la influencia de creencias destructivas, afectos destructivos y prácticas destructivas; pero aun así, siempre tendremos la posibilidad de elegir.
Se necesita equilibrio para saber elegir con quién vincularnos y de quién desvincularnos, evitando así, agobiarnos con un vínculo que nos haga producir permanentemente afectos tóxicos.
Se necesita equilibrio para perdonarnos a nosotros mismos y desintoxicarnos cuando quedamos contaminados de afectos tóxicos; producto de habernos vinculado con alguien equivocadamente.
Se necesita equilibrio para perdonar a alguien, con quien nos vinculamos equivocadamente y nos causó daño.
Se necesita equilibrio para perdonar a quien nos causa daño, con o sin intención, y para discernir si es conveniente mantener la cercanía del vínculo o tomar distancia del mismo.
Se necesita equilibrio para aceptar que a veces es mejor tomar distancia de un vínculo, aunque esto nos cause un profundo dolor.
Se necesita equilibrio para enfrentar, procesar y transformar el dolor que causa, sentirnos desilusionados de alguien, en quien habíamos confiado.
Se necesita equilibrio para comprehender que no podemos exigir confianza, ni permitir que alguien nos exija confianza; dado que la confianza se construye, no se exige.
Se necesita equilibrio para confiar cuando hay coherencia, empatía, capacidad para cooperar e interés genuino. Y para desconfiar, cuando los hechos denotan egoísmo.
Se necesita equilibrio para reconocer la ambivalencia de nuestra naturaleza humana, tan propensa al egoísmo, como al altruismo.
Se necesita equilibrio para hacer un alto en el camino, e identificar las lecciones y aprendizajes que nos dejó una experiencia dolorosa, antes que el caos invada nuestro sentir.
Se necesita equilibrio para mantener la templanza y el Autogobierno, ante situaciones e interacciones que incitan al caos, al descontrol, a la exacerbación de Afectos Negativos.
En fin, se necesita equilibrio para ser paciente pero diligente, flexible pero firme, inquieto pero seguro, fuerte pero cálido, generoso pero moderado, sincero pero asertivo, asertivo pero franco, amable pero cauteloso, con criterio pero sin prejuicios, valiente pero prudente, tranquilo pero activo, entusiasta pero sereno, arriesgado pero estable, explorador pero comprometido, amoroso pero con límites, de mente abierta pero de acción por convicción.
Se necesita equilibrio para Vivir y Convivir sin caer en extremos y excesos, que puedan resultar perjudiciales para nosotros y nuestro entorno.
APREHENDER A CONFIAR Y APREHENDER A DESCONFIAR
Aprehender a confiar en lo que somos, sabemos, queremos y podemos; nos da seguridad para avanzar y lograr.
Aprehender a desconfiar de nuestro ego y de nuestra natural tendencia al Autoengaño; permite que nos valoremos objetiva y equilibradamente.
Aprehender a confiar en el otro cuando sus actos denotan coherencia y benevolencia genuina; favorece la construcción de un vínculo sólido y perdurable.
Aprehender a desconfiar del otro cuando sus hechos demuestran egoísmo, falta de empatía y dificultad para cooperar; evita que nos intoxiquemos con un vínculo ingrato y egocéntrico.
Aprehender a confiar en el potencial que tenemos para evolucionar nuestra forma de sentir, pensar y actuar; nos mantiene motivados para hacer lo que nos permite ser, verdaderamente humanos.
Aprehender a desconfiar de nuestro instinto egoísta; nos permite mantenernos alerta para aplastarlo con creencias, afectos y practicas auténticamente altruistas.
Aprehender a confiar en el otro cuando lo que expresa se corresponde con lo que realmente siente y piensa, cuando sus palabras se corresponden con sus hechos, cuando sus promesas se convierten en acciones y cuando sus acciones generan tranquilidad; nos permite experimentar la seguridad propia del sentirse bien rodeado.
Aprehender a desconfiar del otro cuando es capaz de causar daño intencional, cuando no se interesa en absoluto por nuestro bienestar, cuando su único interés es el de sobresalir pasando por encima de los demás; nos ayuda a tomar la decisión de concluir un vínculo, que nos puede ocasionar malestares que podemos evitar.
Aprehender a confiar en nuestra intuición, cuando estamos trabajando por convicción para favorecer la Evolución Afectiva de nuestro ser; nos permite leer la intención del otro y evaluar si es conveniente su cercanía o su distancia.